miércoles, 11 de abril de 2007

El tabaco y las palabras

La flama del encendedor enciende mi tabaco. Fumo una vez, dos veces, tres veces. Luego el silencio de siempre, el silencio de la noche cuando se acaba algo de Wagner y empieza algo de Beethoven. Me quito los zapatos ajustados y cafés. De nuevo el silencio, la detención brusca del universo, voltea a ver y luego da un paso, varios pasos tímidos como un cangrejo viejo.
En instantes va a salir el sol, el sol de siempre. Dará un paseo mientras la humanidad compra periódicos y panes redondos.

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